Capítulo I

sábado, 17 de octubre de 2009

Y entonces abrió los ojos y ahí estaban, las estrellas en todo su esplendor frente a sus meras pupilas, la imaginación brotaba de ellas y hacia ellas, todo sucediendo de uno y de otro modo, es decir, viceversa y viceversa.

La obscuridad de la noche permitía que la luz sobresaliera de un modo más que brillante, un gran suspiro y continuó su camino, hacia lo desconocido… la rutina, la misma de siempre con su típica picardía que coquetea con lo incierto.

Bajó del autobús, de su hombro colgaba su portafolio y en su cabeza el “play” de su repertorio musical estaba puesto a todo volumen, logrando así ayudarlo a aislarse del mundo, un mundo medianamente vacío. Él no tenía la certeza del porqué estaba vacío el mundo, no le hacía falta ni una pizca de nada, sin embargo, aún estaba incompleto. Claro… ¿quién está completo a los 20?.

Mientras cruzaba el puente en su camino el silencio de la ciudad susurraba en sus oídos la odisea que estaba por venir, el viento con un torbellino de belleza iba a pasar uno de esos días por su vida y tenía que decidir si volaba o se quedaba.

La rutina siguió, el torbellino invisible cada vez se acercaba más, se hacía un poco más visible y amenazaba más, sin que torpemente se diera cuenta, ¿cómo o porqué?... muy simple, andaba armando poemas para alguna otra musa del camino… típico, creyó que había encontrado la luz.

No mi estimado protagonista, el camino es largo aún, muy largo y duro, prepárate…