lunes, 3 de noviembre de 2008
Hoy por la tarde me sentí de nuevo orgulloso por haber sido caballeroso.


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En el metro dejé pasar a una doña con hartas bolsas antes de mí, le ayudé a una señora a meter bien el boleto porque lo metía al reves. Ayudé a una doña invidente a encontrar las escaleras. Me levanté y dejé que se sentara una 'ñora con su nene. Di la hora cuatro veces. Cedí el paso en las escaleras eléctricas.


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Y en el tren suburbano, en medio del vagón, una chica muy linda quedó a mis espaldas, a medida que se llenaba el tren quedabamos más apretados, el tren partió y con el movimiento sentí un roce en mis nalgas, medio friqueado volteé creyendo haber sido víctima de un arrimón, pero para mi sorpresa solo era el movimiento que empujó las pompas de la linda chica contra las mías, yo muy caballeroso no la incomodé y al contrario, durante todo el camino me propuse repetidamente como colchón.


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Al llegar a mi casa me arrepentí, me dí cuenta que andar frotandome las nalgas con una linda chica no es más que calentura.